El reciente mensaje presidencial de Dina Boluarte, que duró nada menos que cinco horas, ha sido objeto de escrutinio y críticas por parte de analistas políticos y la ciudadanía en general. A pesar de la extensión del discurso, el contenido resultó ser una reiteración de promesas y declaraciones demagógicas que no lograron capturar la atención ni la confianza del público.
Durante las cinco horas que duró el mensaje, el hemiciclo del Congreso se convirtió en un escenario de aburrimiento palpable. Más de un parlamentario fue captado bostezando y algunos incluso se quedaron dormidos, reflejando el tedio que embargaba el recinto. Esta reacción no fue exclusiva de los legisladores; muchos ciudadanos que decidieron sentarse a escuchar el discurso desde sus hogares pronto se vieron sumidos en la incertidumbre y el desinterés.
Uno de los anuncios destacados fue la propuesta de cambiar el nombre del Ministerio del Interior por el de Ministerio de Seguridad Pública, como parte de un proceso de modernización integral. Sin embargo, esta y otras medidas propuestas, aunque suenan bien en el papel, han sido recibidas con escepticismo. La historia reciente de la administración de Boluarte, marcada por la inacción y la corrupción, ha dejado a muchos peruanos con pocas expectativas de que estas promesas se conviertan en realidad.
La presidenta también abordó temas de seguridad y criminalidad, prometiendo un incremento en el despliegue policial y la implementación de laboratorios de criminalística a nivel nacional. Sin embargo, estos anuncios se vieron ensombrecidos por la falta de credibilidad de un gobierno que ha enfrentado serios cuestionamientos por casos de corrupción y por la trágica muerte de peruanos durante protestas legítimas.
El mensaje presidencial del 28 de julio pasó sin pena ni gloria. Fue un ejercicio de retórica vacía que dejó al país con más preguntas que respuestas. La deslegitimación del mandato de Boluarte, acentuada por los escándalos de corrupción y las muertes de manifestantes, sigue siendo un peso sobre su gobierno. Sin embargo, en medio de esta desilusión, la integridad y la decencia de Perú deben mantenerse firmes. Que este 28 de julio nos sirva para recordar la importancia de la transparencia y la acción efectiva en la administración pública.
¡ Que viva el Perú!